abril 2022

Un año de impunidad: violencia policial racista durante el Paro Nacional 2021

El Estado colombiano ha ignorado las recomendaciones de la CIDH en relación con la protesta pacífica y amainado la posibilidad de construir un diálogo plural que contribuya a tejer soluciones a los problemas del país Ha pasado un año desde la primera movilización que borbotó uno de los mayores estallidos sociales en la historia reciente de Colombia. El 28 de abril de 2021, en medio de la crisis sanitaria por la pandemia del Covid-19 y agobiados por la reforma tributaria propuesta por el gobierno nacional, miles de ciudadanos salieron a las calles a exigirle al Estado la garantía de su derecho a una vida digna.  A lo largo de estos doce meses, distintas organizaciones se dieron a la tarea de recopilar y analizar datos sobre violación de derechos humanos en el marco de estas protestas. En particular, el trabajo de ILEX Acción Jurídica en colaboración con otras organizaciones se enfocó en las afectaciones sufridas por población afrodescendiente. En los dos informes publicados en 2021, se señalan las violencias sufridas por la población afrodescendiente durante el primer semestre del Paro Nacional, también se da cuenta de maltratos, desapariciones, perfilamientos raciales,  detenciones arbitrarias y casos de violencia de género de los que fueron víctimas diferencialmente las mujeres afrodescendientes.  Sin embargo, la labor de las organizaciones y la sociedad civil, en el marco de este año de protestas, supera la labor de recopilación y difusión del información, hasta convertirse en acción constante y colectiva. Hoy 28 de abril, a un año del Paro Nacional, damos cuenta de la lucha de las víctimas, los colectivos barriales, comunitarios, de las OSC por visibilizar la impunidad, la omisión de la obligación del Estado de proteger a la ciudadanía y la omisión en el cumplimiento de las recomendaciones emitidas por la CIDH luego de su visita en junio de 2021.  Las cifras reportadas sobre violaciones de derechos humanos se han actualizado de manera constante por organizaciones como Campaña Defender la Libertad, CODHES, La Comisión por la Vida, La Mesa Humanitaria y Social, el Instituto Raza e Igualdad, Temblores ONG, entre otras. En relación con población afrodescendiente, se pudo determinar que 40 (36,4%) de las 110 personas que fueron asesinadas en Cali durante los seis primeros meses del Paro Nacional pertenecían a esta población   Ante este panorama distópico, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) recomendó al Estado colombiano promover un “diálogo nacional genuino”,  “garantizar el pleno goce del derecho a la protesta” y, entre otras cosas, “reforzar y reestructurar los procesos de formación, entrenamiento y capacitación” de los miembros de la Fuerza Pública, “incluyendo un enfoque étnico-racial y de género”.  De igual forma, la CIDH sugirió a las autoridades sistematizar la información de las vulneraciones de derechos humanos tomando en cuenta la variable de la pertenencia etnico-racial y adoptar “todas las medidas razonables y positivas necesarias para prevenir, eliminar y revertir o cambiar las situaciones discriminatorias que perpetúen la estigmatización, los prejuicios, las prácticas de intolerancia y la criminalización” contra las personas históricamente discriminadas.   Teniendo en cuenta las recomendaciones emitidas por la Comisión, ILEX Acción Jurídica ha insistido en la necesidad de aterrizar los esfuerzos de este órgano en el seguimiento de las mismas y la aplicación del enfoque étnico racial en esta tarea a través de indicadores claros de cumplimiento.  ¿Cuál ha sido la respuesta del Estado? Además de estigmatizar a las víctimas de los casos de abuso policial, el Estado colombiano ha ignorado las recomendaciones de la CIDH y amainado la posibilidad de construir un diálogo plural con la sociedad civil, que contribuya a tejer soluciones para los problemas estructurales del país, los cuales se hicieron más evidentes durante el Paro Nacional.   Repitiendo los errores de sus antecesores, el Gobierno nacional se ha negado a reconocer las estructuras históricas de discriminación racial que persisten en Colombia. La promoción de una reforma policial que ayuda a perpetuar dinámicas como el uso excesivo de la fuerza y la falta de implementación de un enfoque diferencial que permita combatir estereotipos racistas, son apenas una muestra de su apatía por garantizar los derechos de todxs.  Reiteramos que la ausencia de procesos disciplinarios que sancionen la discriminación racial por parte de miembros de la  Fuerza Pública representa una falta de garantías para el derecho a la justicia de la población étnica en Colombia.  Del mismo modo, exigimos al Estado que cese todo acto de vulneración a los derechos humanos en futuras manifestaciones y elabore una reforma policial que atienda las exigencias de la sociedad civil y las recomendaciones de organizaciones internacionales. La CIDH, por ejemplo, está en mora de definir el mecanismo de seguimiento a la adopción de las recomendaciones por parte del Estado, situación que trastoca el trabajo de veeduría y pedagogía encaminado por estas organizaciones.  Los retos para las organizaciones sociales y cívicas que florecieron durante el Paro Nacional también son muchos. Lo sucedido en el marco de las manifestaciones es evidencia del tipo de relacionamiento que se da de manera cotidiana entre los agentes de la Fuerza Pública y las personas afrodescendientes en el país, en barrios de ciudades como Cali, Cartagena y Bogotá. La violencia policial racista es un fenómeno constante que debe ser atendido y eliminado por el Estado con la aplicación de una reforma policial integral y contundente, y la revisión y cambio estructural de las instituciones. 

Guia para un turismo antirracista

Guia para un turismo antirracista

Estas claves le ayudarán a repensar la forma en que interactúa con los lugares a donde viaja a pasar sus vacaciones.  El turismo no es precisamente sinónimo de antirracismo. De hecho, los intercambios económicos promovidos históricamente por esta industria se han caracterizado por fomentar la depredación y el despojo de comunidades étnicas en Colombia y el mundo.  Para el psiquiatra, filósofo y escritor francés-caribeño, Frantz Fanon, la introducción del turismo en las naciones del Sur Global durante el siglo XX implicó la imposición de una agenda económica neoliberal eurocéntrica que solo ha profundizado la condiciones de desigualdad en muchos de estos territorios.  No obstante, si bien es necesario hacer muchos cambios a nivel de la industria, existen innumerables acciones que turistas pueden realizar para combatir el racismo y apoyar proyectos de desarrollo comunitario en sus lugares de destino.  A continuación, presentamos una breve guía que le ayudará a repensar la forma en que interactúa con los lugares a donde viaja a pasar sus vacaciones.  1. Reconozca sus prejuicios Independientemente de lo aliadx o desconstruidx que se sienta, es probable que durante sus viajes reproduzca prejuicios raciales inherentes a la sociedad en la que vivimos.  En agosto pasado, un turista del interior del país insultó y humilló con expresiones racistas a los vigilantes del edificio en donde había decidido pasar sus vacaciones en Cartagena. El episodio se sumó a una larga lista de casos de discriminación contra palenqueras y vendedores informales en la “joya de la corona” del turismo en Colombia.  Es importante que reflexione sobre los imaginarios racistas que podría estar replicando en sus interacciones con grupos étnicos durante el viaje. Tomar nota y  aprender de sus propios errores ayudará a que su experiencia sea más respetuosa y amigable con el entorno. 2. Identifique sus privilegios En su guía para viajerxs aliadxs de la lucha atirracista, la revista Here recomienda a las personas blanco-mestizas reconocer cómo esta condición les otorga cierto nivel de privilegio cuando viajan a territorios donde la población afro o indígena es predominante.  En este sentido, es importante que antes de tomarse fotos con los lugareños se cuestione si está exotizando, vulnerando la dignidad y/o la intimidad de estas personas.   La publicación también invita a no participar en espectáculos que ridiculicen las tradiciones de grupos étnicos y a respetar los ritos y espacios sagrados de estas poblaciones.  3. Apoye proyectos de turismo comunitario  De acuerdo con la Red Nacional de Turismo Comunitario, en el país existen por lo menos 52 iniciativas de comunidades que se organizaron para brindar servicios turísticos que promueven el desarrollo local y se adaptan a las dinámicas culturales de los territorios.  Cuando inviertes tu dinero en hoteles, restaurantes y otros negocios de iniciativas de turismo comunitario, estás incentivando la creación de empleos locales y favoreciendo a los proyectos comprometidos con la sostenibilidad y la cohesión social. “La importancia del turismo comunitario en el país radica en que nos da la posibilidad de expresar la cultura, las tradiciones y las narrativas que se manejan en cada territorio”, manifestó a El Espectador, Davis A. Ruiz, vicepresidente de la Red Nacional de Turismo Comunitario. 4. Investigue Antes de viajar es importante que se tome un tiempo para educarse sobre la historia y cultura de su lugar de destino. Esto le permitirá contar con una comprensión más profunda sobre cómo se articulan las intersecciones de raza, clase y género en los espacios que visite.  5. Denuncie los actos de racismo Si presencia algún acto de racismo o de injusticia durante tu viaje, hablar sobre el hecho, denunciarlo ante las autoridades, es, sin duda alguna, la mejor forma de combatir la discriminación. “Al condenar el racismo abiertamente, les permites a quienes te rodean, especialmente a tus compañeros de viaje blancxs, saber que el racismo en cualquier forma, en cualquier parte del mundo, es intolerable”, concluye la revista Here. 

De primates a King Kong: representaciones racistas de personas afro

De “primates” a “King kong”: ¿qué hay detrás de las representaciones racistas de las personas afro?

Una cantante llama “King Kong” a una mujer negra candidata a la vicepresidencia en Colombia. Luego, el discurso de odio es difundido por medios de comunicación que presentan el agravio como la “polémica del día”, el “chisme político” que atrae clics y provoca risas en un país racista.  Las reacciones que vinieron después fueron incluso más desconcertantes. Como protesta ante la ofensa, algunos congresistas, periodistas y demás personas “aliadas” de la causa antirracista recurrieron a insulsas maniobras discursivas con las que evidenciaron su ignorancia sobre una práctica anclada al espíritu colonial de Occidente: la “simianización” de las personas afro.  Para entender los orígenes de este despropósito debemos adentrarnos en los mares del pasado colonial. A partir del siglo XVI, el proyecto esclavista europeo orquestó una serie de ilustraciones, libros y crónicas en las que se retrataba a las personas habitantes de África como “primates”, “salvajes e incivilizados”, sinónimos de “monstruosidad y barbarie”. Estos imaginarios racistas se propagaron como plaga por Occidente. En 1816, la clasificación “científica” de las razas propuesta por el zoólogo francés Baron Georges Cuvier, en Reino Animal, expuso que mientras los “civilizados” caucásicos poseen una “hermosa forma de la cabeza, que se aproxima a un óvalo perfecto”, el “cráneo comprimido y nariz chata”  asemeja a las personas de “raza negra” a una “tribu de micos”. Los postulados deshumanizantes de Cuvier dominaron durante más de un siglo los estudios de anatomía comparada en el mundo.  La trágica historia de Saartje Baartman también ilustra los horrores de este engranaje alienante. La esclavizada africana, de 1,37 metros de altura y nalgas protuberantes, fue llevada a Inglaterra en 1810 y exhibida en una jaula durante cinco años en Londres y París como una mujer “primitiva” e “incivilizada”. “Saartje fue asimilada al orden de lo natural y por lo tanto comparada con animales salvajes como el mono o el orangután; no con la cultura humana”, reflexiona Stuart Hall en Cultura y Representación (2016).   Para el siglo XX, la noción de que las personas afrodescendientes eran “similares a los simios” se había extendido por todo Occidente.  Atletas, artistas y figuras políticas fueron representados como monos en caricaturas, y películas como King Kong jugaron con la metáfora del “negro-gorila” para narrar la historia de un animal (hombre afro) que, en su “salvajismo natural”, se levanta contra la civilización (blanca) y eventualmente tiene que ser cazado por su tecnología (de guerra). En este entramado, la protagonista de la cinta, representante de las mujeres que luchaban por su autonomía en aquella época, termina en los brazos de su varonil salvador blanco después de ser maltratada por la bestia.  “La deshumanización de los racializados se volvió una de las herramientas más usadas por las producciones que incluían el estereotipo del simio. La conexión entre esto y King Kong era obvia, no necesitaba sutileza analítica”, explica Stefanie Affeldt en su análisis semiótico de la pelicula estrenada en 1933, época en la que las denuncias de supuestas violaciones de mujeres blancas por parte de hombres afros inundaban los noticieros matutinos de Estados Unidos. “La deshumanización de los racializados se volvió una de las herramientas más usadas por las producciones que incluían el estereotipo del simio. La conexión entre esto y King Kong era obvia, no necesitaba sutileza analítica”  Pero la abogada y defensora de DD.HH, Francia Márquez, no ha sido la única figura política afro víctima de estos actos racistas en la historia reciente. Durante la campaña presidencial de Estados Unidos en 2008, hubo numerosas representaciones de Barack Obama y su familia como chimpancés o monos devorando bananos.  A pesar de que en la actualidad existe un rechazo tajante a esta forma de deshumanización, esta semana comprobamos que la “simianización” sigue siendo utilizada por campañas publicitarias, grupos supremacistas o personas que  buscan desproveer de sus derechos a la población afro.  Las representaciones racistas no son un chiste. Nunca lo fueron. La discriminación racial es un delito que mata y nos impide construir sociedades más inclusivas, más humanas.  

COMUNICADO CONJUNTO: la participación política de la población afrodescendiente y la necesaria lucha contra el racismo

Colombia, 5 de abril del 2022 – La población afrodescendiente y las comunidades negras han liderado luchas y construido procesos organizativos por la igualdad y la garantía de sus derechos fundamentales, haciendo visibles las inequidades históricas a las que se han enfrentado. Así, han logrado avances en el reconocimiento de sus derechos, de su identidad cultural y de su relación con el territorio. El reconocimiento de la diversidad étnica del país que profiere la Constitución de 1991, así como la Ley 70 de 1993 y otras normas, son fruto de esas batallas. La participación de personas de esta población en los comicios actuales a Congreso y presidencia son el resultado de esas luchas y es importante que el país lo valore como tal. Sin embargo, Colombia debe reconocer que han existido barreras estructurales para que las personas afrodescendientes y miembros de las comunidades negras, ocupen lugares representativos al interior de las instituciones públicas, sobre todo si se trata de cargos de elección popular. Estas barreras hacen parte de una estructura social racista sustentada en desigualdades como: desproporcionada concentración de la pobreza, falta de acceso a la vivienda, limitadas oportunidades de empleo y educación de calidad e impacto diferenciado de la violencia. Según el DANE (2018), el 37% de la población que se auto reconoce como afro se encuentra en condición de pobreza, 10 puntos porcentuales por encima de la media nacional. Sumado a lo anterior, el racismo también se expresa de formas cotidianas: las personas negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras enfrentan imaginarios, estereotipos y expresiones racistas, las cuales se han naturalizado, pero que impactan de maneras concretas en aspectos de sus vidas. Esto es lo que se ha hecho visible en las elecciones del 2022 en nuestro país. Resaltamos la participación de miembros de la población afrodescendiente en los actuales comicios y rechazamos las manifestaciones degradantes y discursos racistas que han recibido en este período. En el caso de la candidata a la vicepresidencia, Francia Márquez Mina, mujer afrodescendiente, lideresa social, abogada y ambientalista, además de las expresiones racistas a las que se está enfrentando, resultan preocupantes las amenazas que ha recibido, ya que son un intento por silenciar, desconocer derechos e inferiorizar a las personas negras y afrocolombianas. De esa manera, se mantiene y se reproduce aquel orden de jerarquías raciales en el que vivimos. Además, se le suma la misoginia y el sistema patriarcal en el que nos encontramos, donde las mujeres enfrentan violencias diferenciadas cuando intentan asumir espacios y roles activos en la vida política y pública, en especial cuando se trata de una mujer afrodescendiente. Que el país siga hablando de la población afrodescendiente para despreciar su identidad étnica racial, minimizarla, animalizarla, exotizarla y quitarle capacidad y agencia, solo refuerza la urgencia de luchar contra el racismo y la discriminación racial en Colombia, como un fenómeno que existe. Así pues, nos urge articular, promover y exigir a los diferentes actores que conforman el Estado y la sociedad, acciones contundentes para erradicarlo.