Por: Dayana Blanco Acendra – Directora general de ILEX Acción Jurídica.
Esta canción y la lucha por la resignificación del lenguaje nos recuerdan que en este campo también hemos librado una batalla histórica, constante que sigue viva.
En 2008, el dúo Los Morancos, lanzó su éxito “Marica tu”. Un hit en Latinoamérica, obviamente. Esta canción es una pretendida parodia del tema “Dragostea Din Tei”, cuya letra y video logran una accidentada y perfecta mezcla entre la burla constante de esta sociedad homófoba, sexista y misógina, y nuestro deseo de una vida digna y libre. Las personas con orientaciones sexuales y de género diversas, vemos pasar nuestra niñez, adolescencia y vida adulta entre el sonsonete del “fiesta, fiesta pluma, pluma gay” y la lucha constante por nuestros derechos, en las calles, la guerra, la academia, el trabajo y hasta en nuestras familias.
Yo también bailé esa canción en mi adolescencia e hice coreografías con mi amigos homófobos. Cobarde me llamarán ustedes, superviviente me nombraré porque acá estoy echando el cuento.
El duo Los Morancos usó la palabra “Marica” para darle fuerza a su parodia, porque como tal, debían imprimirle ese tono burlesco a la letra del tema que se convertiría en hit. No nos duele, ya nos dolió suficiente.
Esta canción y la lucha por la resignificación del lenguaje nos recuerdan que en este campo también hemos librado una batalla histórica, constante que sigue viva. Parte de esa lucha ha implicado que nos nombremos, que nos reconozcamos como areperas, machorras, travestis, queer, maricas y que nos apropiemos de los términos con los que históricamente nos han violentado para quitarles poder sobre nosotras/os/es. “Tortillera”, “mariana men”, “cagá”, “paloma cojo”, “bajito e sal”, “Sapatão” en Brasil entre otros, son algunos nombres con los que nos han llamado intentando burlarse pero acá seguimos orgullosas y mariquísimas.
Mariquísima es una palabra esdrújula que bien podría servir de ejemplo en las clases de gramática de las escuelas pero el país apenas se prepara para esa discusión.
Con bastante razón, colectivas y movimientos barriales y comunitarios de personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas vienen acercándose a los términos que han marcado su existencia desde sus contextos empobrecidos y quieren resignificar y apropiar para darle su propio sentido: marica, machorra, arepera, travesti. Le están quitando poder a la violencia de la palabra sin contexto y se están alejando de la sigla LGBT, que si bien ha jugado un papel importante en la lucha de esta población ha sido tomada de experiencias del norte global que no retratan con precisión las experiencias de partes del mundo donde habita la marica empobrecida.
En estos momentos de cambios y convulsiones quienes pretenden, así sea en un ataque de corrección política, estar a la altura del tiempo que les obliga, quizás se incomoden por la cantidad de letras que tiene la sigla LGBTQIA+, o se pregunten cómo nos deben llamar, o se cuestionen por el desparpajo de nuestra enunciación, pero verán, la palabra nos nombra y confirma que existimos. Ahora, la palabra debe atender a la realidad de nuestra existencia. Como la cultura, el lenguaje debe transformarse con nosotras/os/es. La palabra describe a la sociedad y su tiempo.
¿Cómo deben llamarnos? Como nosotras/os/es les decimos que nos nombren, con el nombre que nosotras/os/es nos hemos dado. Y esto no aplica solo para nuestra orientación sexual, también para nuestra identidad de género. Si la persona que está a tu lado te dice que se llama Juan y sin cuestionarlo le llamas Juan, ¿por qué si Juan te dice que su pronombre es “elle” buscas explicaciones? Su nombre es Juan y su pronombre es elle, sencillo, no te compliques.
Si Juan te dice que además de que su pronombre es ella, se considera una marica, no te compliques: es Juan, su pronombre es elle y es una marica. No cuestiones a Juan, ni sus decisiones, ni la manera en la que decidió habitar el mundo, ese no es tu problema y tampoco tienes derecho a cuestionarlo.
La batalla por la resignificación y la apropiación del lenguaje abarca la orientación sexual y él género no ha sido fácil en esta sociedad. Sobre la importancia de los pronombres, de no asumir el género de la otra persona, habrá que escribir otro texto. Por lo pronto diré que si nos despojamos de la equivocada idea de creer que tenemos derecho a nombrar a la otra persona en su orientación sexual y su género o a opinar sobre ello, seremos más felices. Y si no sabe pregunte. Si usted ve a Juan y no sabe si es hombre o mujer, en la forma en la que esta sociedad le ha enseñado, pregúntele a Juan con qué pronombres se identifica, si no, simplemente llámele Juan y no asuma que es “él” o “ella”. Tampoco siga usando despectivamente la palabra “marica”, hay una legión de maricas construyendo esta nación, gente que merece respeto y que está dispuesta a exigirlo.
<3 <3 <3