| Jun 28, 2021|
Por Dayana Blanco
*Texto originalmente publicado en blog del Fondo Noruego para los derechos humanos
Barbara Smith, escritora y feminista afroamericana y queer, explicaba en un artículo en el The New York Times porqué dejó de hacer parte del mainstream del Orgullo Gay que se celebra en junio. La razón era obvia, muchas personas lesbianas, gays, trans, bisexuales, queer, sobre todo aquellas marginadas por su color de piel u origen étnico, siguen privadas de derechos, bienes y servicios; siguen viviendo al margen. Si bien no podemos comparar el contexto queer afroamericano de los EEUU con el Latinoamericano sí podríamos afirmar que la situación de las personas LGBTQIA+ en la región mejora a pasos de caracol y que no tenemos mucho que celebrar.
En Colombia, las difíciles condiciones en las que vive la mayoría de esta población, los crímenes por perjuicio y odio, el conflicto armado que azota las zonas rurales y las constantes amenazas a procesos organizativos y liderazgos precariza su vida, bienestar y, al final del día, su ciudadanía.En junio debemos recordar esta lucha con orgullo y seguir reclamando nuestra ciudadanía con fuerza. Ha sido largo el camino demandando seguridad, salud, trabajo, educación, no violencia, entre otras garantías que más accesibles desde la heteronormatividad y la binariedad. Desde los disturbios del Stonewall Inn (Nueva York, Estados Unidos) en junio de 1969, o desde 1982, año en que se realizó la primera marcha por el Orgullo Gay en Colombia, contamos con algunas victorias, pero no con la materialización y disfrute de nuestra ciudadanía completa. Hemos logrado la despatologización de las identidades trans y de género diverso, la despenalización de la homosexualidad, que en Colombia solo se alcanzó hasta 1980, y el reconocimiento de derechos patrimonialespor parte de la Corte Constitucional a partir de la Sentencia C-075 del 7 de febrero de 2007, pero en Colombia seguimos recibiendo trato de ciudadanos de segunda categoría.
Solo hasta 2018 supimos cuántxs habitamos en zonas urbanas de país, pues el Departamento Administrativo Nacional de Estadistica -DANE- no hizo la medición en zonas rurales. La invisibilidad estadística de esta población es una de las primeras barreras para el mejoramiento de la calidad de vida. Esas personas LGBTQIA+ que viven en la ruralidad y que aun no vemos, han sufrido limitaciones históricas en el acceso servicios básicos y los embates del conflicto armado.
Desplazamientos, amenazas, delitos contra la libertad y la integridad sexual, homicidios, torturas, crímenes por perjuicio y odio, han sido documentados por distintas organizaciones de derechos humanos que han denunciado la precaria situación de esta población en zonas rurales, agravado por su identidad étnico-racial.
“Los episodios empezaron cuando era apenas un adolescente, a los 14 años. La guerrilla empezó a contactarlo, pues había ganado cierta visibilidad por su participación en grupos de danza tradicional afro-pacífica. A los ojos de los integrantes del grupo armado, el hecho de que Alex fuera homosexual (o leído como tal) lo convertía automáticamente en una persona extrovertida, amiguera y con una amplia vida social, recursos todos muy beneficiosos para su organización. Intentaron entonces persuadirlo de que trabajara como informante para ellos de diversos modos (mediante mensajes de texto, mensajes con otras personas o conversaciones directas). Sin embargo, fallaron en su cometido, pues Alex se negó sistemáticamente a vincularse a las actividades ilícitas del grupo. A partir de allí se desató un torrente de rumores que señalaban a Alex como portador de VIH, una enfermedad que lo convertía en un sujeto indeseable y blanco de todas las violencias higienizadoras” (Ver informe ¿Quién nos va a contar?- Colombia Diversa)
Organizaciones como la Red Comunitaria Trans, nos recuerdan que aún no se ha esclarecido la muerte de Alejandra Monocuco, que en lo que va de 2021 se han asesinado a varias mujeres trans. Frente a esta realidad, las personas LGBTQIA+ sobre todo aquellas que lideran procesos sociales y defensoras de los derechos humanos siguen denunciando crímenes y violencia por prejuicio debido a la orientación sexual o el género como actos que constituyen racionalizaciones o justificaciones de reacciones negativas, por ejemplo, frente a expresiones de orientaciones sexuales o identidades de género no normativas” [CIDH]. Por lo anterior, se ha reiterado la necesidad de que las autoridades públicas y la sociedad en general implementen herramientas adecuadas para identificar y sistematizar los escenarios de riesgo y las agresiones, realizar acciones de reconocimiento desde la institucionalidad para que se hagan efectivos los derechos de estas personas, fortalecimiento colectivo de las organizaciones en los territorios, entre otras.
Entonces, ¿qué podemos celebrar en junio? Tomémonos el mes para conmemorar toda esta lucha, recordar a las personas LGBTQIA+ que murieron esperando atención médica, acceso a la justicia, un mejor trabajo, que no las mataran por trabajadoras sexuales o por machorras, una ciudanía real. Celebremos que no nos golpeen, a veces, que podemos entrar al baño tranquilxs, a veces, y que podamos cenar en navidad con nuestras parejas y familia, a veces. Marcharemos para, algún día, poder eliminar el “a veces” de este párrafo y para dejar de ser el “medio ciudadano marica”, que no importe con quién te acuestas o qué llevas entre las piernas, para saber qué derechos tienes.