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Conocimos la Resolución 0000113 de 2024 y mis pensamientos se deslizan entre líneas que no son propiamente respuestas claras, más bien parecen suspiros ahogados, ante la festividad constante de quienes ostentan el reinado del mercado del Viche. Un dominio que se viste de ironía, utilizando y enmascarando sus marcas con la esencia de nuestros productores afros. En este teatro de oportunidades escasas, nuestros grandes artistas del viche, se ven forzados a danzar con una relación perversa. Como marionetas en el escenario de la desigualdad, ¿qué opción les queda más que aceptar esta danza torcida?

Quizás mis palabras no resuelvan este  enigma, pero fluyen, tratando de desatar los nudos de una realidad donde la celebración esconde sombras y la autenticidad de nuestros creadores afros, se ve envuelta en un disfraz impuesto por aquellos que orquestan la sinfonía del mercado.  Bajo el firmamento de resoluciones, entre las danzas burocráticas de ministros y susurros legislativos, la Resolución 00113 de 2024 se desvela como un edicto detallado, una partitura que busca armonizar la comercialización del viche bajo las luces de la Ley 2158 de 2021.

Cinco capítulos que, como actos de una compleja obra, levantan el telón y se despliegan en el escenario. Cuatro de ellos, meticulosamente dedicados a los secretos fitosanitarios que envuelven a los creadores de viche, mientras el quinto desgrana las condiciones que las familias y productores afros deben protagonizar para obtener su anhelado registro sanitario.

En esta travesía normativa, la voluntad gubernamental se alza como una musa protectora del patrimonio histórico, encerrado en cada gota de conocimiento tradicional atrapada en una botella de viche. Pero ¡Oh! entre las líneas de este edicto, destellos de reflexión emergen como luciérnagas titilantes en la penumbra. ¿Qué verdaderas implicaciones se despliegan en este acto normativo? ¿Cómo encajan los estándares para armonizar la protección del patrimonio, la danza competitiva del mercado y la autonomía económica para los productores afrodescendientes?

En este cuadro, las medidas complementarias despiertan preguntas que  parecen quedar en el aire: ¿Qué movimientos ejecuta la resolución para las familias productoras del Pacífico en este juego de aperturas y cierres?

Conforme a la normativa, para ser el “titular fabricante” bajo la categoría “Artesanal Étnica (AE)”, debes ser parte de las comunidades negras, afrocolombianas, o ser una persona jurídica conformada por estos individuos, o mayoritariamente por ellos. Tu domicilio debe estar ubicado en los municipios o distritos de los departamentos de Chocó, Cauca, Nariño y Valle del Cauca con “vocación vichera”, según lo establecido en el PES y en un listado de caracterización que el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes o su delegado realicen. Imaginemos que, como parte de una familia afro de tradición vichera desde la producción  decides emprender un negocio de fabricación de viche. Tu objetivo es contribuir a la preservación de nuestra herencia cultural única. Sigues cada regla y regulación en la normativa con la esperanza de obtener el preciado “registro sanitario” bajo la categoría “Artesanal Étnica (AE)”.

Sin embargo, es en este punto donde surgen complicaciones, la normativa establece que puedes ser el “titular fabricante” si eres parte de las comunidades negras o afrocolombianas. Hasta ahí, suena justo y alineado con nuestra identidad. Pero, aquí viene el dilema, también puedes ser una “persona jurídica conformada por estos individuos, o mayoritariamente por ellos”. Aquí es donde comienza el juego complicado.

Ahora, imagina que decides formar una persona jurídica para tu negocio. Puedes incluir algunas personas de nuestras comunidades en el equipo, pero no necesariamente la mayoría. Incluso podrías tener socios o inversionistas que no tienen ninguna conexión real con nuestras tradiciones culturales. Sin embargo, según la normativa, mientras tengas “mayoritariamente” a algunos miembros de nuestras comunidades, estarías cumpliendo con los requisitos.  Esta situación plantea preocupaciones genuinas para nuestros pequeños productores y porductoras. Nos enfrentamos al riesgo de que la esencia misma de nuestro viche, arraigada en nuestra cultura, se vea diluida por influencias externas.

La normativa, al hablar de “mayoritariamente”,  un término  que trae consigo la misma  ley del viche parece abrir la puerta a que personas ajenas a nuestra comunidad se beneficien de nuestras tradiciones, dejando en segundo plano el propósito fundamental de preservar y celebrar nuestra herencia cultural.  En la práctica, esto podría traducirse en que tu negocio esté controlado en gran parte por personas que no tienen una conexión real con la cultura del viche. Pueden ser inversores externos o socios cuya principal preocupación es el retorno de la inversión, no la preservación cultural. La normativa, al hablar de “mayoritariamente”, crea una entrada para que personas ajenas a las comunidades negras se beneficien de esta categoría, debilitando potencialmente el propósito original de proteger y promover la herencia cultural.

Entonces, supongamos que decides formar esa persona jurídica para tu negocio de viche, siguiendo las reglas establecidas en la normativa. Esto, sabiendo que, según la definición, “mayoritariamente” significa tener el 50% más uno. Así que te aseguras de que más de la mitad de los integrantes de esa persona jurídica sean parte de nuestras comunidades afrocolombianas, y finalmente cumples con el requisito.

Es precisamente aquí donde está el quid de la cuestión: aunque técnicamente puedas cumplir con la normativa, la realidad es que la minoría que no comparte nuestra conexión cultural podría imponer condiciones. Podrían tener el poder de tomar decisiones fundamentales simplemente porque tienen la capacidad económica o de influencia. Esa podría ser la triste realidad y no podemos ser ingenuos al respecto, ni decirse de otra manera.

La situación es que nuestra rica tradición cultural, que debería ser la guía principal, podría quedar subordinada a las decisiones de aquellos que, aunque forman parte de la empresa, no comparten nuestra identidad. La normativa, al hablar de “mayoritariamente”, podría abrir la puerta a que personas ajenas a nuestra comunidad pongan las condiciones y determinen el rumbo del negocio, desviándolo de su propósito inicial de preservar y honrar nuestras tradiciones culturales.    En el contexto de la ley del viche y su subsiguiente resolución reglamentaria, era imperativo no dejar suelto  el principio “pro libertate” o “principio pro libertate pro interpretatione,” que se traduce como el favor hacia la libertad en la interpretación de normas legales y reglamentarias, y que en su sentido más amplio busca preservar los derechos y libertades individuales cuando se presentan dudas o ambigüedades en la redacción normativa.

En este caso particular, donde la norma busca restringir la violación de derechos fundamentales para salvaguardar el patrimonio cultural de las comunidades negras, se esperaba que el gobierno nacional asumiera un papel proactivo. Se evidenciaba la necesidad de proporcionar una instrucción administrativa clara, especialmente cuando la incertidumbre en el alcance de la reglamentación podría afectar la correcta implementación de la ley 2158.  La oportunidad de dotar de claridad administrativa a este proceso era innegablemente crucial.

La reglamentación no solo debía ser un reflejo fiel de los principios contenidos en la ley, sino que también debía ser una guía inequívoca para aquellos afectados por sus disposiciones. No obstante, la resolución emitida parece haber perdido esta oportunidad.  En lugar de ofrecer una orientación precisa, se percibe una falta de diligencia al abordar las ambigüedades inherentes. Este hecho representa una oportunidad desaprovechada por el gobierno nacional para brindar claridad y certeza a aquellos involucrados en la producción y comercialización del viche, así como para preservar de manera efectiva el patrimonio cultural en cuestión. La falta de una instrucción administrativa precisa en la resolución podría derivar en interpretaciones variadas y, potencialmente, en la afectación de los derechos fundamentales y el patrimonio cultural de las comunidades afrodescendientes involucradas en la producción de viche.

Por otro lado, la normativa establece que para acceder al registro sanitario bajo la categoría “Artesanal Étnica (AE)”, debes formar parte de la caracterización que realice el Ministerio. A primera vista, esto podría parecer una medida para asegurar la autenticidad y la conexión cultural. Sin embargo, este requisito podría volverse problemático.  Por ejemplo, un maestro tradicional productor de viche, con décadas de experiencia y conocimiento arraigado en su cultura es un perfil idóneo para estar en dicha caracterización. Sin embargo, por alguna razón, no logra entrar en esta y esto puede ser debido a problemas administrativos, falta de documentación o incluso a criterios subjetivos en la evaluación. En este escenario, la normativa no es clara sobre cuál será el procedimiento a seguir, pues no especifica qué sucede si, a pesar de ser un maestro o maestra tradicional productor de viche, quedas excluido de la caracterización. Este vacío legal plantea otras preguntas cruciales. ¿Cómo puede alguien demostrar su maestría y tradición si no puede acceder a la caracterización? ¿Cuáles son los criterios exactos utilizados en este proceso? ¿y cuál será la metodología para garantizar que los productores tradicionales de viche no queden por fuera de ella? 

El gobierno anunció una inversión de 4000 millones de pesos para la caracterización, según lo establecido en el Plan Especial de Salvaguardia (PES). Sin embargo, no se detalla cómo se distribuirán estos fondos o cómo se garantizará que el proceso sea transparente y equitativo. Es esencial que se aclare el procedimiento y se garantice una caracterización justa y clara para evitar posibles atropellos.  En medio de las complejidades normativas y desafíos para los productores de viche, surge la pregunta más importante: ¿cómo pueden los propios productores liderar las cadenas de mercado y proteger la tradición de manera sostenible? Además, ¿cómo se puede manejar la inversión externa para crear escenarios justos y equitativos en las entradas al mercado?

Con ejemplos, perfectamente posibles, pensemos en algunas respuestas y soluciones:

  1. Unión en Asociaciones y Cooperativas. Ejemplo: Un grupo de productores de viche en una comunidad afrocolombiana están decididos a fortalecer su posición en la cadena de suministro, por lo que forman una cooperativa que les permite trabajar en conjunto, consolidando su producción y compartiendo recursos. Esta asociación les otorga mayor poder de negociación al enfrentarse a compradores o inversionistas externos. Además, les brinda la oportunidad de implementar estándares culturales y tradicionales en la producción, asegurando que el viche mantenga su autenticidad y calidad. 
  1. Fomento del Liderazgo Local. En otra región, los productores afrocolombianos lideran activamente las decisiones sobre la producción, comercialización y preservación de la tradición del viche. Han establecido un consejo local que representa las voces de la comunidad en cada fase del proceso. Este liderazgo local no solo asegura que las decisiones respeten y reflejen los valores culturales, sino que también fortalece la identidad y participación de la comunidad en su propio desarrollo. 
  1. Alianzas Estratégicas con Inversionistas. un grupo de productores reconoce la necesidad de recursos externos para expandir su producción de viche. En lugar de aceptar cualquier inversión, buscan activamente alianzas estratégicas con inversionistas que compartan su visión y respeten la cultura local. Establecen acuerdos que no solo brindan apoyo financiero, sino que también promueven la preservación y promoción de la tradición afrocolombiana, garantizando así que la inversión sea beneficiosa para ambas partes. 
  1. Contratos Justos y Transparentes: Un productor afrocolombiano decide aceptar la inversión de un socio externo para modernizar su proceso de producción. Sin embargo, antes de hacerlo, negocia un contrato justo y transparente que incluye cláusulas para salvaguardar la integridad cultural. El contrato establece que ciertas prácticas tradicionales no deben ser comprometidas y que cualquier cambio debe ser discutido con la comunidad. Esto asegura que la inversión externa sea respetuosa y beneficiosa a largo plazo. 
  1. Inversión Estatal Estratégica. En un escenario más amplio, la inversión estatal se canaliza hacia programas de capacitación y asesoramiento para productores afrocolombianos. Se implementan talleres que fortalecen las habilidades empresariales y comerciales, permitiendo a los productores competir en igualdad de condiciones en los mercados. Simultáneamente, se construyen infraestructuras de apoyo, como centros de acopio y procesamiento, para mejorar la eficiencia y calidad de los productos, elevando así su competitividad. 
  1. Empoderamiento para el Futuro. La inversión estatal se convierte en un catalizador para empoderar a los productores, permitiéndoles liderar y prosperar en los mercados. A través de una reflexión continua sobre el equilibrio entre producción y consolidación de modelos de mercado, se construye un futuro donde la tradición y el desarrollo económico se complementan armoniosamente. Este enfoque integral asegura que los productores afrocolombianos no solo sean partícipes, sino líderes en la preservación y promoción de su valiosa tradición cultural.

En este punto es fundamental que  se les reconozca a los productores afrocolombianos su papel protagónico en la preservación de su tradición. La unión en asociaciones y cooperativas fortalece su posición, asegurando estándares culturales y negociaciones justas. El liderazgo local empodera a las comunidades para tomar decisiones alineadas con sus valores. Las alianzas estratégicas con inversionistas que respeten la cultura local y contratos justos y transparentes son fundamentales. La inversión estatal debe canalizarse estratégicamente, no solo para aumentar la producción, sino para consolidar modelos de mercado que fomenten la equidad. La capacitación y apoyo infraestructural pueden elevar la competitividad de los productores afrocolombianos.

En última instancia, la reflexión continua sobre el equilibrio entre la tradición y el desarrollo económico es esencial. Solo mediante un enfoque integral que empodere a los productores, respete su identidad y promueva prácticas comerciales justas, el viche afrocolombiano podrá mantener su autenticidad y contribuir al enriquecimiento cultural de Colombia.