
Abordar la cuestión de Palestina es necesariamente complejo: confluyen capas históricas, disputas territoriales, violencias estructurales, regímenes de excepción y marcos jurídicos internacionales. Conscientes de ese desborde, en este documento acotamos el enfoque a tres ejes: (1) una síntesis histórico-contextual del conflicto y las víctimas que ha dejado; (2) el componente étnico del conflicto, por qué hablamos de una guerra étnica y por qué esto interpela a quienes luchamos por la justicia racial; y (3) las limitaciones del multilateralismo y del Sistema Universal de Derechos Humanos (SUDH) para prevenir, contener y reparar esta violencia. Esta acotación no pretende simplificar la realidad, sino ofrecer un marco ordenado y útil para la comprensión.
CONTEXTO HISTÓRICO
- Gaza en el tiempo: historia del conflicto, las víctimas y el papel del multilateralismo.
Los atroces sucesos que hoy ocurren en Gaza no son un hecho aislado ni reciente, son la continuidad de más de setenta años de despojo, ocupación y violencia sistemática contra el pueblo palestino, lo que exige mirar atrás y situarlos en su contexto histórico. Aunque la cuestión israelo-palestina es extensa, en lo que sigue se abordarán los hechos más relevantes del contexto histórico de este conflicto, con el propósito de entender y complejizar la crisis humanitaria en Gaza.
Desde el siglo XVI, Palestina1 y gran parte del mundo árabe pasaron a formar parte del Imperio Otomano, que se convirtió en la última gran dinastía islámica. Palestina fue un territorio dentro de un vasto imperio. Desde entonces y hasta 1917, la región permaneció integrada en la estructura imperial otomana, dividida en distritos administrativos (sanjaks) dentro de las provincias de Siria. Palestina no constituía un Estado moderno, pero sí un territorio definido en la administración imperial, con ciudades importantes como Jerusalén, Gaza y Nablus.
El colapso del Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial (1914–1918) abrió el camino a la intervención colonial europea. En 1916, las potencias vencedoras reordenaron estos territorios, para tal efecto, Reino Unido y Francia firmaron el Acuerdo Sykes–Picot, que dividió el mundo árabe otomano en zonas de influencia y preveía la administración internacional para gran parte de Palestina (la “zona marrón”, incluida Jerusalén).
Para 1917, a través de la Declaración de Balfour, el Gobierno británico expresó su apoyo para el establecimiento de un hogar nacional para el pueblo judío en la región de Palestina (Rothschild, et al.,1917). Después de la guerra, la Conferencia de San Remo de 1920 asignó los mandatos bajo los cuales Francia recibió y administró Siria y Líbano, mientras que Reino Unido obtuvo a Irak, Transjordania y Palestina. Egipto estaba ocupado por el Reino Unido desde 1882 y fue declarado protectorado en 1914.
La Sociedad de Naciones formalizó este reparto mediante el sistema de Mandatos, que disfrazaba el colonialismo bajo la figura de tutela para preparar a los pueblos hacia la independencia. Los Mandatos A se otorgaron a territorios del antiguo Imperio Otomano considerados suficientemente desarrollados para ser reconocidos provisionalmente como Estados independientes, pero bajo tutela (Palestina, Siria, Líbano, Irak y Transjordania). Los Mandatos B se aplicaron a territorios de África central y los Mandatos C a territorios de África del suroeste y el Pacífico.
Tras el fin de la primera guerra mundial y la derrota del Imperio Otomano, la Sociedad de Naciones (League of Nations, 1922) otorgó al Reino Unido, el mandato para Palestina el 24 de julio de 1922 (en vigor desde el 29 de septiembre de 1923) e incorporó la Declaración Balfour en su preámbulo. Allí encomendaba al Reino Unido facilitar el “hogar nacional” de los judíos sin perjuicio de los derechos civiles y religiosos de la población no judía y promover instituciones de autogobierno. El Mandato reconoció una Agencia Judía como organismo adecuado para cooperar con la administración y ordenó facilitar la inmigración judía y el asentamiento en tierras del Estado o baldías, siempre “sin perjuicio” de los derechos del resto de la población. (Ibíd). Asimismo, dispuso la prohibición de la discriminación por raza, religión o lengua, la libertad de culto, la protección de los Lugares Santos (con una comisión especial sobre derechos y reclamaciones) y estableció tres idiomas oficiales: inglés, árabe y hebreo.
En ese sentido, Palestina quedó reconocida formalmente como un territorio árabe cuya población debía avanzar hacia la independencia y fue tratada como territorio “tutelar” bajo administración británica. La Declaración Balfour fue crucial porque incentivó, entre 1922 y 1947, la migración masiva de judíos con la intención de establecer una comunidad judía sólida en este territorio.
La resistencia y tensiones generadas por la inmigración judía en el territorio que el pueblo palestino consideraba su hogar y la exigencia de la independencia por parte de la población árabe palestina condujo a una rebelión conocida como la Gran Revuelta Árabe (1936-1939), caracterizada por huelgas, protestas y confrontaciones violentas. Ante esto, el Reino Unido nombró en 1936 la Comisión Peel, cuyo informe se publicó en 1937. Por primera vez, una autoridad reconoce los términos irreconciliables del conflicto existente y Palestina2 y se propone como solución la partición del territorio en dos estados, uno árabe y otro judío, bajo un mandato británico reducido3 (Royal Comission on Palestina, 1937). Aunque la propuesta fue aceptada en principio por el liderazgo sionista, fue rechazada por la mayoría árabe, que se oponía a la división del territorio Palestino, bajo administración británica.
Sin embargo, no es hasta 1947 que la “cuestión de Palestina” se planteó por primera vez por el Reino Unido ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la cual se aprobó la resolución 1814 con un “plan de partición de Palestina con unión económica” que decidió i) poner fin al Mandato Británico sobre Palestina y ii) dividir este territorio en dos Estados independientes: uno árabe y otro judío, este último con el 55% del territorio, mientras que la ciudad de Jerusalén se encontraba en un Régimen Internacional Especial.
Para 1948, en concordancia con lo resuelto, mientras que el Reino Unido pone fin al Mandato sobre Palestina, el 14 de mayo el Estado Judío proclamó su independencia (United Nations, 1948). Esta declaración afirmaba que el nuevo Estado se basaría en los principios de libertad, justicia y paz, estaría abierto a la inmigración de judíos de todo el mundo y garantizaría igualdad de derechos para todos sus ciudadanos, sin distinción alguna.
No obstante, la violencia no se detuvo: ese mismo día cinco naciones árabes (Egipto, Transjordania (Jordania), Irak, Siria y Líbano) invadieron, primeramente, las áreas del sur y el este de Palestina que no habían sido asignadas al Estado judío por la partición de Palestina de la ONU, y más tarde, Jerusalén (United Nations, 2024). Esto marcó el comienzo de la primera guerra árabe-israelí importante en la región tras la creación del Estado de Israel, conocida por los palestinos como la Nakba (“catástrofe”), durante la cual cerca del 77% del territorio que había tenido el Estado Árabe bajo el Mandato Británico fue ocupado – aumentando el territorio al mando de Israel y, en consecuencia, sobrepasando los límites del plan de la ONU- y una gran parte de la población palestina fue expulsada o huyó. Desde entonces, cada 15 de mayo, la población palestina conmemora la “Nakba”, simbolizando la lucha y desplazamiento de esta población.
Tras el desplazamiento a gran escala de personas refugiadas palestinas, en diciembre de 1948, la Asamblea General de la ONU aprobó la Resolución 194, bajo la cual “Resuelve que los refugiados que deseen regresar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos deben ser autorizados a hacerlo en la fecha más temprana posible, y que debe pagarse una indemnización por las propiedades de quienes elijan no regresar y por la pérdida o daño de bienes que, conforme a los principios del derecho internacional o de la equidad, deban ser reparados por los Gobiernos o autoridades responsables” (Asamblea General de las Naciones Unidas, 1948). Para el año siguiente, Israel firmó acuerdos de armisticio con Egipto, Jordania, Líbano y Siria y se ratificó como miembro de la ONU.
A pesar de que la comunidad internacional no reconocía a Jerusalén como la capital de Israel debido a la compleja situación territorial y política que involucraba también a Jerusalén Este y la población árabe palestina, en 1950 Israel trasladó su capital de Tel Aviv a la parte occidental de Jerusalén. Más tarde, en 1967, durante la Guerra de los Seis Días, una coalición de Estados Árabes que incluía a Egipto y Siria se enfrentó a Israel. Como resultado, Israel mantuvo en su poder los territorios ocupados y, además, ocupó la Franja de Gaza y la Ribera Occidental, incluida Jerusalén. Esta guerra produjo un segundo éxodo masivo de palestinos, con cerca de medio millón desplazados forzosamente (Ibídem).
Tras décadas de ocupación territorial, en 1987 estalló la Primera Intifada, un levantamiento popular palestino contra la ocupación conocida como la “Intifada”. En este suceso, la población palestina se enfrentó al ejército con lo que tenían: palos y armas caseras (Naciones Unidas, s.f). En este mismo año, se fundó en Gaza el grupo islamista “Hamás”.
Tras la Conferencia de Madrid (1991), los Acuerdos de Oslo (1993 y el Interino/Oslo II de 1995) establecieron la Autoridad Palestina y un marco transitorio, pero no resolvieron los asuntos de estatus final.
Si bien, se intentaron distintas intervenciones por parte de la Organización de las Naciones Unidas a través de espacios y negociaciones multilaterales, por ejemplo, la Conferencia Paz celebrada en 1991 en Madrid o el Acuerdo Interino Palestino-Israelí sobre Cisjordania y la Franja de Gaza (“Oslo II)” en 1993; la paz duradera no se logró, al contrario, la situación política siguió siendo tensa y la violencia continuó acrecentándose.
El escenario político dió otro giro para 2006, cuando el grupo Hamás ganó las elecciones legislativas palestinas. tras la toma de Gaza por Hamás, Israel impuso un bloqueo por tierra, mar y aire (con participación egipcia), intensificando restricciones previas sobre el movimiento de personas y bienes. En noviembre de 2007, la Conferencia de Annapolis concluyó con una Declaración Conjunta (Joint Understanding) que relanzó las negociaciones sobre la base de la Hoja de Ruta de 2003 del Cuarteto (respaldada por el Consejo de Seguridad en la res. 1515), con el compromiso de hacer todo esfuerzo en la que las partes se comprometían a trabajar hacia un tratado de paz antes de finalizar 2008, un objetivo que estuvo lejos de concretarse. En 2008, Israel aisló por completo la Franja de Gaza y, a finales de ese mismo año, lanzó la Operación Plomo Fundido, un asalto militar de 22 días contra el territorio, al que seguiría un patrón de ofensivas como la Operación Margen Protector en 2014.
A nivel internacional, para 2017, el presidente Donald Trump anunció el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, una afirmación que generó distintas reacciones, entre estas una ola de rechazo global. Años más tarde, el 7 de octubre de 2023, Hamas lanzó un ataque sin precedentes contra Israel, que dejó más de 1.200 personas muertas y cientos de rehenes (Aministía Internacional, 2024). Frente a este ataque, Israel respondió con una ofensiva a gran escala en Gaza que no se ha detenido hasta la fecha.
En 2024, en el caso Sudáfrica contra Israel, la Corte Internacional de Justicia dictó medidas provisionales (26 de enero y 24 de mayo) ordenando a Israel prevenir actos prohibidos por la Convención sobre Genocidio y mejorar la situación humanitaria.
El 19 de julio de 2024, la CIJ emitió una opinión consultiva en la que concluyó que la ocupación, asentamientos y anexación de facto de partes del Territorio Palestino Ocupado contravienen el derecho internacional y deben cesar. Asimismo, la CIJ concluyó que la ocupación y su régimen de asentamientos son contrarios al derecho internacional y deben cesar (International Court Of Justice, 2024). Por su parte, la Asamblea General de Naciones Unidas, a través de la resolución del 5 de junio de 2025, exigió que cese el fuego de forma inmediata, incondicional y permanente en Gaza. (Naciones Unidas, 2025)
Hoy, la situación humanitaria en Gaza devela la violación masiva de derechos humanos de miles de miembros de la población palestina en la franja de Gaza, víctimas del genocidio perpetrado por el Estado de Israel. Esta brecha entre las decisiones internacionales y la realidad en el terreno nos conduce a los siguientes ejes de análisis:
1.2 Las víctimas del conflicto:
Según los mandatos del derecho internacional humanitario (DIH) y del derecho internacional de los derechos humanos (DIDH), la población civil en Gaza son personas protegidas (IV Convenio de Ginebra) y titulares de derechos inderogables5. El patrón documentado de altas tasas de mortalidad, desplazamiento forzado, destrucción de infraestructura esencial, interrupciones prolongadas de servicios básicos y restricciones al acceso humanitario es jurídicamente relevante porque puede comprometer obligaciones de respetar, proteger y garantizar esos derechos, así como los principios de distinción, proporcionalidad y precaución en la conducción de hostilidades. El DIH prohíbe como método de guerra el castigo colectivo, el desplazamiento forzado salvo por razones imperiosas de seguridad, los ataques contra bienes indispensables para la supervivencia y el hambre.
Al hablar de las víctimas que esta grave situación ha ocasionado deliberadamente, devela un panorama complejo y deshumanizante representado en cuerpos difíciles de identificar, hambruna, falta de acceso a servicios básicos, bloqueos a la ayuda humanitaria, desplazamiento forzado y destrucción de infraestructura esencial, así como la pérdida del tejido social en el territorio.
En primer lugar, es necesario mencionar que, dada la magnitud de esta situación, se ha determinado la existencia de un claro subregistro en el conteo de las víctimas. Por ejemplo, la organización no-gubernamental Airwars (s.f) ha dictado que no todos los nombres de las víctimas identificadas aparecen en la lista de las autoridades sanitarias de Gaza (MoH Gaza), citadas por la OCHA6. En este sentido, los números de víctimas, aunque es relevante para entender la magnitud de esta situación, no reflejan necesariamente todas las víctimas que han dejado las hostilidades en curso. (Al-Mughrabi y Farge, 2025).
Sin embargo, contar con las estadísticas de Gaza, aunque sea difícil, es esencial. Con datos del Ministerio de Salud de Palestina para julio de 2025, hubo 60.034 personas asesinadas durante la guerra en Gaza: desde recién nacidos hasta los 110 años de edad. De estos, 18.592 (30.8%) eran menores de edad. (Al-Mughrabi y Farge, 2025).
Y, con datos actualizados a agosto de 2025, número de personas asesinadas en Gaza llegó a 63.025 personas (The Guardian, 2025). Así, utilizando la información de la población estimada de la población en Gaza para 2022 era de 2.375.259, esto se traduciría en cerca del 2.65% del total de la población estimada.
Sin embargo, según un estudio publicado por el periódico académico The Lancet y realizado por académicos de la London School of Hygiene & Tropical Medicine, Yale University y otras instituciones, utilizando un método estadístico conocido como capture-recapture analysis se estimó que, para junio de 2024, la cifra de personas que han muerto en Gaza solamente por heridas traumáticas ya alcanzaba aproximadamente las 64.260 personas7, de las cuales el 59 % eran mujeres, niños y personas mayores de 65 años. Esta cifra se obtuvo a partir de los datos de mortalidad del Ministerio de Salud palestino (MoH), encuestas en línea realizadas por el Ministerio para reportar fallecimientos de familiares, y obituarios en redes sociales (The Guardian, 2025; Jamaluddine et al., 2025). Sin embargo, se estimó una posible subestimación de hasta un 41% de la cifra real de muertes en Gaza.
Sin duda, este conflicto ha tenido un impactado devastador en la esperanza de vida de la población en Gaza, así lo demuestra otro estudio (Guillot et al., 2025) conducido por la misma revista sobre la esperanza de vida en la Franja de Gaza durante el período de octubre de 2023 a septiembre de 2024. Los resultados relevados son también devastadores: la esperanza de vida se redujo casi a la mitad, pasando de 75,5 años a 40,6 años en tan solo los primeros doce meses del genocidio. De la mano con esto, de acuerdo con el informe #177 sobre la crisis humanitaria de Gaza presentado por la UNRWA a fecha de junio de 2025, al menos 1.9 millones de personas – cerca del 90% de la población – en la Franja de Gaza han sido víctimas de desplazamiento forzado durante esta guerra, de los cuáles, algunos han sido desplazados más de diez (10) veces.
Como se mencionó, esta situación ha tenido implicaciones más allá de las heridas físicas producto de la violencia: casi dos años de conflicto, desplazamiento y destrucción de la infraestructura de salud, bloqueos al acceso humanitario, agravado por los impedimentos a acceder a comida, agua y vivienda (Khatiba et al., 2024). Frente a esto, una de las situaciones más preocupantes es la hambruna, principalmente porque, desde el 2 de marzo de este año, las autoridades israelíes han cerrado por completo todos los pasos fronterizos de Gaza, impidiendo la entrada de alimentos, medicinas y suministros esenciales, lo que ha agravado dramáticamente la crisis humanitaria (Chouiref y Yilmaz, 2024).
De acuerdo con el reciente análisis de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF) publicado el pasado 22 de agosto, más de medio millón de personas en Gaza se encuentran atrapadas en la hambruna, caracterizada por la inanición generalizada y muertes evitables. Se estima que, para finales de septiembre, más de 640.000 personas se enfrentarán a niveles catastróficos de inseguridad alimentaria-clasificados en la Fase 5 de la CIF, la situación más grave de inseguridad alimentaria, – en toda la Franja de Gaza. Otros 1,14 millones de personas en el territorio se encontrarán en estado de Emergencia (Fase 4 de la CIF) y otras 396.000 en estado de Crisis (Fase 3 de la CIF)8.
La generación de muertes por inanición está siendo utilizada como un arma deliberada de guerra sustentada en la intención de deshumanizar y eliminar al pueblo palestino. Los datos anteriores permiten situar la gravedad de la situación que se presenta actualmente en Gaza, la ocupación israelí pretendiendo todas las formas y expresiones de vida de la población que ahí se encuentra.
En conjunto, el volumen y la naturaleza del daño9 requieren investigaciones independientes, prontas y efectivas y rendición de cuentas. Por un lado, la responsabilidad internacional del Estado de Israel por hechos internacionalmente ilícitos (con las debidas garantías de no repetición y reparación integral); por otro, la responsabilidad penal individual por presuntos crímenes de guerra y otros crímenes internacionales ante foros competentes (incluida la Corte Penal Internacional). Asimismo, las medidas provisionales dictadas por la Corte Internacional de Justicia en 2024, adoptadas ante un riesgo plausible de violaciones a la Convención sobre Genocidio, imponen deberes inmediatos de prevenir daños irreparables, permitir la asistencia y preservar pruebas, sin prejuzgar el fondo del asunto.
1.3 Por qué el multilateralismo y el SUDH demostró su inutilidad frente a este conflicto
La continuación del conflicto israelí-palestino por más de 70 años, sin una solución definitiva, ha puesto de manifiesto la inutilidad y debilidad del multilateralismo y del Sistema Universal de Derechos Humanos (SUDH) para atender y detener esta catastrófica situación que ha cobrado la vida de miles de personas. Como se manifestó brevemente en el anterior recuento histórico, han sido múltiples – y fallidos – los intentos de la comunidad internacional en representación de la Organización de las Naciones Unidas (especialmente por el Consejo de Seguridad) de llegar a una solución definitiva y general del conflicto en cuestión que se pretendía “a más tardar en 2005”, como se estableció en la Resolución 1515 de 2003, que respalda la “Hoja de Ruta Hacia la Paz”10 propuesta por ONU, la UE, Estados Unidos y Rusia. Además, este documento manifiesta que, sólo podrá alcanzarse una solución a este conflicto, entre otras cosas, cuando Israel esté dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para el establecimiento de un Estado palestino democrático (Naciones Unidas, 2003).
En 2009, posterior al bloqueo de Gaza, El Consejo de Seguridad pidió un alto el fuego en Gaza a través de la Resolución 1860 (Naciones Unidas, 2009). Ese mismo año, el Consejo de Derechos Humanos (CDH) estableció la Misión de Investigación de la ONU sobre el conflicto en Gaza, con el objetivo de indagar las violaciones al derecho internacional humanitario y a los derechos humanos.
Por otro lado, Palestina ha buscado avanzar hacia el reconocimiento en la ONU. En 2011, presentó una solicitud para convertirse en Estado miembro de pleno derecho de la ONU, logrando únicamente la condición de Estado observador no miembro para noviembre de 2012. Posteriormente, en el 2024, Argelia presentó ante el Consejo de Seguridad un proyecto de resolución en el que recomendaba que Palestina se convirtiera en miembro de pleno derecho de las Naciones Unidas, iniciativa que se vió bloqueada por el veto de Estados Unidos (Naciones Unidas, 2024) un país que ha utilizado sistemáticamente su posición de poder para ignorar y bloquear las resoluciones y/o determinaciones internacionales que condenan las acciones de Israel.
A pesar de la aprobación de numerosas resoluciones y pronunciamientos de la ONU desde 1947, incluyendo la más reciente en junio de 2025 en la que se exige un alto al fuego inmediato, incondicional y permanente en Gaza11. Israel sigue actuando con impunidad, apoyado militar, político y financieramente por Estados Unidos y Europa. Esto, a la vez que las resoluciones y determinaciones internacionales, siguen sin materializarse integralmente: la mayoría de los países de la UE y sus aliados manifiestan una tendencia generalizada a ignorar, por ejemplo, la sentencia provisional de enero de 2024 de la Corte Internacional de Justicia contra Israel, así como las votaciones de la Asamblea General de la ONU y los informes del Consejo de Derechos Humanos que reconocen la situación humanitaria del pueblo palestino. Lo anterior, ha guiado afirmaciones de la opinión pública que sostienen que el sistema multilateral mundial no se ha puesto a la altura de las circunstancias.12
Es así como, es posible afirmar que, el consecuente debilitamiento de la eficacia de estos mecanismos multilaterales para proteger derechos humanos y mantener la paz responde, entonces, a intereses geopolíticos y estratégicos dominantes, frente a una estrategia de carácter imperialista y colonial que dilucida una guerra marcada profundamente por un componente étnico, lo cual se abordará más adelante.
Sin duda, la permanencia y crecimiento de este conflicto en el tiempo, ha generado una erosión en la autoridad de la ONU – y del sistema multilateral en sí – y, por ende, una fragmentación en la confianza en el derecho internacional humanitario que, aún con estándares de protección de derechos, este conflicto se ha manifestado de la forma más visible y violenta a los ojos de toda la comunidad internacional en más de 70 años de ocupación israelí en Palestina, especialmente desde el 7 de octubre de 2023, años en los que la impunidad parece ser el pan de cada día ante la violación sistemática del derecho internacional de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario, y la posibilidad de acordar un cese al fuego, una utopía.
Frente a esto, se dilucida la necesidad de los Estados del Sur Global, de seguir posicionándose en defensa de los derechos humanos, en contra de todas las formas de dominación, y asumir un rol activo hacia la construcción de un multilateralismo “justo y desde abajo”
Desde el recuento histórico hasta el análisis de la efectividad del multilateralismo en este escenario, permite aterrizar la discusión hacia el componente étnico que tiene esta guerra, guiada por la ocupación ilegal, la deshumanización, la violación reiterada de derechos humanos y la intención de un borrado hacia la población palestina:
2. ¿Por qué esta es una guerra étnica y por qué debe interesarnos a quienes luchamos por la justicia racial?
Distintas investigaciones y autores permiten afirmar que la existencia de un genocidio en la Franja de Gaza devela un componente colonial y étnico de la guerra en cuestión, esto, de la mano con ii) la expansión territorial y la ii) erosión identitaria como estrategias – y resultado – para generar un borramiento de la población autóctona palestina.
- El genocidio como supresión colonial y una guerra librada en “legítima defensa”:
Siguiendo a algunas investigadoras como Shalhoub-Kevorkian (2014) y Slyomovics (2017), (en Lucio, 2022 y Abu-Lughod y Sadi, 2017) las masacres de civiles y las necropolíticas de expulsión, segregación, control y negacionismo previamente expuestas, que han venido aconteciendo desde inicios del conflicto israelí-palestino, pueden y deben ser leídas como una estrategia de limpieza étnica y de legitimación colonialista, que se ha extendido a distintos niveles: material, simbólico, político e identitario, entre otros.
En primer lugar, es importante acotar que: que la situación actual haya sido catalogada como un reflejo de la intención y conducta genocidas, implica reconocer que su intencionalidad se guía hacia atacar la capacidad del grupo de renovarse y, en consecuencia, de garantizar su supervivencia a largo plazo13. Por tanto, esta categorización debe entenderse como un componente esencial y decisivo en el objetivo de Israel de colonizar completamente la tierra palestina y expulsar al mayor número posible de palestinos de su territorio, por cualquier medio necesario.
Así lo ha reconocido la Relatora Especial de la ONU Francesca Albanese en el Informe A/79/384 de 2024, sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967 en el que, a la par de categorizar “el genocidio como borramiento colonial” plantea que la violencia desatada por Israel, no se produce en vacío ni resulta en un fenómeno aislado, sino que forma parte de un proceso a largo plazo, intencionado, sistemático y organizado cuyo fin es provocar el desplazamiento forzado y la sustitución de los palestinos, lo que amenaza directamente la existencia misma del pueblo palestino en su territorio. En el informe mencionado se plantea, entre otras cosas que, la conducta genocida de Israel comprende numerosos actos (totalidad de la conducta) dirigidos en conjunto contra los palestinos como tales (totalidad de un pueblo) en todo el territorio en el que residen (totalidad de la tierra) con el fin de favorecer las ambiciones políticas de Israel de ejercer soberanía sobre todo el territorio palestino. (Naciones Unidas, 2024)
Lo anterior, permite sustentar que, el genocidio en Gaza no puede entenderse únicamente como un conflicto por la tierra: en su raíz está atravesado por un componente étnico-racial sustentado en la expansión territorial y la depuración étnica que pretende la supresion del pueblo autóctono palestino14 a partir de distintas estrategias que pretenden la legitimación de la ocupación, violencia sistemática, la deshumanización y el rompimiento del tejido social.
Frente a esto, se posiciona la narrativa israelí bajo la cual se pretende legitimar la ocupación permanente y las operaciones militares, fundamentado en que la libre determinación pone en riesgo la seguridad de la población de Israel. Sin embargo, resulta totalmente nefasto que Israel pretenda invocar legítima defensa contra una población que, actualmente, resulta bajo su ocupación y cuya vida ha sometido a un régimen de dominación que le posiciona en un riesgo permanente.
Asimismo, en línea con la investigadora Shalhoub-Kevorkian (2014) la cuestión palestino-israelí ha develado una violencia colonial imbricada a la violencia patriarcal, que ha operado de distintas maneras que relacionan los cuerpos de las mujeres con los territorios palestinos: desde una perspectiva nacionalista palestina (masculina) o desde una perspectiva sionista (masculina) como parte de una estrategia de guerra psicológica para la expulsión y limpieza étnica.
De la mano con esto, es válido sostener que la identidad del pueblo palestino ha quedado estructuralmente inscrita dentro de la no-marca de privilegio blanco15 y el odio contra la población palestina “en cuanto tales” ha estado presente en el proceder del Estado de Israel. En estas discusiones, ha surgido conceptos como el “racismo antipalestino” cuya descripción fue por primera vez publicada por la Asociación de Abogados Árabe Canadienses (ACLA) entendiéndolo como una forma de racismo que silencia, excluye, borra, estereotipa, difama o deshumaniza a los palestinos o sus narrativas16.
Negar la existencia (y colonización) de un pueblo entero, hasta el punto de pretender deshumanizarlo y eliminarlo por tal, resulta en la demostración de una intención genocida sustentada en un aparato colonial de dominación y control. Asimismo, el silenciamiento e invisibilización de las voces concebidas como subalternizadas, producto del colonialismo o de las secuelas de este, constituye una forma de opresión caracterizada como “violencia epistémica” (Spivak, 2003)
Al respecto, Ochy Curiel nos recuerda que las jerarquías raciales, sexuales y sociales que conocemos hoy fueron configuradas en el proceso colonial, y lejos de desaparecer, se han prolongado hasta la actualidad (Diario Digital Femenino, 2020). Asimismo, no responden a un asunto meramente individual, si no que se inscriben en un sistema mundo que empieza con la colonización y se extiende al presente (Ibidem). Esta anotación resulta relevante para entender que, en el caso palestino, el despojo territorial, la expulsión forzada y la negación de su identidad colectiva no son hechos aislados, sino manifestaciones de un mismo entramado colonial que se reactualiza hoy bajo la forma del genocidio (que trae consigo la pérdida territorial y erosión identitaria) y que persigue la eliminación de la población autóctona palestina
Por lo anterior, categorizar lo que ocurre como una guerra étnica implica reconocer que la violencia no ha sido ocasionada de manera indiscriminada, sino que ha sido de manera deliberada y concentrada específicamente hacia el desmembramiento – y posterior borrado – (social, cultural, histórico y territorial) del pueblo palestino. En este orden de ideas, es posible afirmar que, la (in)existencia palestina se ha sostenido por una intención de limpieza étnica y que el genocidio en la Franja de Gaza, en palabras de la Relatora de la ONU, parece ser el medio para alcanzar un fin: la completa expulsión o erradicación de los palestinos de la tierra que forma parte esencial de su identidad, y que Israel codicia ilegal y abiertamente. (Naciones Unidas, 2024).
- Expansión territorial: apartheid y colonialismo de asentamiento.
Ante la fragmentación, segregación y aislamiento de los territorios palestinos, es importante tener en cuenta que, la cuestión de la tierra es indicio del modo en que proyecto colonial de asentamientos destruye a la población a fin de reemplazarla (Wolfe, 2006). Esto, de la mano con que las políticas de borramiento y división pueden asemejarse al apartheid sudafricano por su carácter flagrantemente segregacionista, así lo ha considerado organismos internacionales como Amnistía Internacional (2022).
La Corte Internacional de Justicia en la Opinión Consultiva de 19 de julio de 2024, consideró la ilegalidad de la presencia prolongada de Israel en todo el territorio palestino ocupado desde 1967, incluido su régimen de colonias, y que además tenía por objeto la anexión, pretendiendo adquirir soberanía sobre un territorio ocupado. En este sentido, en esta Opinión Consultiva se considera que esta ocupación constituye un acto de agresión, derivado en parte de su naturaleza de colonialismo de asentamientos. En términos históricos, la guerra de 1967 marcó un punto crítico con la ocupación israelí de Cisjordania, Jerusalén Este, Gaza, y territorios vecinos, consolidando un Estado que aplica políticas negacionistas que denominan estas tierras ocupadas como “tierra de Israel” (Haj, 1992). Por otro lado, desde los Acuerdos de Oslo de 1993, las colonias israelíes han aumentado de 128 a 35817. , también, para septiembre de 2023, durante la Asamblea de las Naciones Unidas, el Primer Ministro Netanyahu mostró un mapa de Israel en el que el territorio palestino ocupado aparecía borrado y se veía cubierto por Israel (The Times of Israel, 2023).
Otro hecho impactante, responde a la construcción de un muro catalogado como “Muro apartheid”18 de ocho metros de altura y que restringe la libre circulación de la población. Por otro lado, actualmente, el derecho al retorno se encuentra totalmente vetado, lo que podría vincularse con la vulneración del derecho a la autodeterminación del pueblo palestino19. A caso no son también los reiterados bloqueos a la ayuda humanitaria a una población en la que prima la hambruna y desnutrición infantil, la ausencia de infraestructura para vivienda y atención médica y el acceso a recursos básicos para la supervivencia cotidiana y que resulta en el deterioro paulatino de la población misma, una estrategia construida bajo la reactualización del entramado colonial – elemento que se mencionó anteriormente – y que pretende reafirmar la posición de poder del Estado Israelí, afianzando la legitimación de la guerra étnica que está llevando a cabo.
Recientemente, el 9 de septiembre de este año, Israel ordenó la expulsión de la población de Gaza, a través de la distribución de panfletos por el ejército en los que se manifiesta que debían desplazarse a la supuesta “zona humanitaria” de al-Mawasi, en Khan Younis. Esta expulsión masiva ha sido catalogada por organismos internacionales como “Ilegal e inhumana” que, agrava las “condiciones de vida genocidas que Israel está imponiendo sobre la población palestina” (Amnistía Internacional, 2025) y atenta contra las disposiciones del derecho internacional humanitaria, reiterando la intención de destruir físicamente a la población palestina de la Franja de Gaza.
- Identidad colectiva y memoria histórica:
Como se señaló previamente, la manifestación de esta guerra étnica se ha extendido a todas las esferas que permean la vida de la población gazatí. Dimensiones. En este sentido, palestinos como un pueblo con una identidad colectiva, pertenencia y derechos en relación con el territorio que han habitado y por el cuál han luchado por tantos años han visto sus derechos vulnerados en reiteradas ocasiones.
La expulsión de los palestinos de sus tierras trasciende hacia un componente más allá del espacio físico de la tierra, contribuyendo también a la erosión identitaria de la población palestina, como producto de la desconexión de su tierra y las raíces culturales20. Así bien, la intención de eliminar a la población palestina va de la mano con el propósito de borrar toda manifestación de su existencia, incluido el vínculo con el territorio que habitan (habitaban) y que constituye la base material y simbólica de su identidad. Lo anterior, devela otro elemento relevante: el intento por borrar la memoria y la historia de un pueblo que resiste. Por ejemplo, el discurso orquestado para legitimar la ocupación permanente, aunque, como mencionamos, ha sido declarada ilegal, no sólo reitera la intención de limpieza étnica de esta población, sino también la existencia de un régimen opresor en la producción histórica. Por ejemplo, este régimen de legitimación de los hechos también puede leerse desde el contexto histórico de ”Nakba”, permeado por la expulsión y el desconcierto y la construcción de un relato ”oficial”, según Abu-Lughod (2017) citada por Lucio (2022) los palestinos, un pueblo disperso y sin Estado, se enfrentaron, después de la Nakba, a un Estado fuerte con apoyo del exterior, militarmente poderoso, y con archivos oficiales. En estas otras manos estaba el aparato de la producción histórica.
Por otro lado, existen documentados distintos episodios de destrucción y confiscación de archivos palestinos de cultura y memoria histórica por parte del Estado de Israel, como el comunicado de la American Library Association del año 2002, donde se menciona el ataque a Ministerios de Salud, Asuntos sociales y Suministros, la Institución de Nosmas y el Centro cultural Khalil Sakakini.
En este panorama, es la construcción de narrativas históricas “oficiales” por parte de un Estado opresor, a partir de la omisión de las voces palestinas constituye otra de las estrategias de limpieza étnica de esta población: borrar la memoria colectiva, apropiarse de la historia y consolidar un régimen colonial que intenta despojar al pueblo palestino no solo de su tierra, sino también de su derecho a narrarse a sí mismo.
Hoy, de forma lamentable e injusta, Israel continúa regulando arbitrariamente y desconociendo la autonomía personal y territorial, distintas esferas de la vida de la población autóctona palestina: desde la posibilidad de habitar ciertos espacios a el acceso a servicios básicos para la sostenibilidad de la vida. Es así como, la destrucción deliberada, el desconocimiento de la dignidad, la autonomía personal y territorial, y precarización del pueblo gazatí bajo distintas dimensiones, algunas ya abordadas, confirman que lo que está en curso, más allá de ser una ocupación militar, responde a un proceso sostenido de depuración étnica sistemática desde 1947 (o antes) hasta la actualidad.
El pasado 16 de septiembre, la Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre los Territorios Palestinos Ocupados (de las Naciones Unidas) a través de un informe de 72 páginas, concluyó que Israel está cometiendo un genocidio contra la población palestina en Gaza. Esto, considerando que el actuar de las autoridades y fuerzas de seguridad israelíes han incurrido y continúan incurriendo en la comisión de cuatro (4) de los cinco (5) actos de Genocidio contra un grupo nacional, étnico, racial o religioso; en este caso, la población palestina en Gaza21. Estos actos, definidos en la Convención sobre el Genocidio, de 1948, han consistido en: i) matar a miembros del grupo; ii) causar daños físicos o mentales graves; iii) someter deliberadamente a condiciones de vida que tengan por objeto provocar la destrucción total o parcial del grupo e iii) imponer medidas destinadas a prevenir nacimientos; lo anterior, de la mano con la intención de destruir, total o parcialmente, a los palestinos de la Franja de Gaza como grupo, como única inferencia razonable que pudo concluirse del patrón de conducta de Israel.
Asimismo, el informe de la comisión ha determinado que el presidente Isaac Herzog, el primer ministro Benjamin Netanyahu y el ex ministro de Defensa Yoav Gallant han incitado a la comisión de genocidio a través de los discursos y declaraciones que han llevado a cabo y que las autoridades israelíes han fallado en castigar la ocurrencia de este Genocidio, así como en la prevención de este. En este sentido, Israel enfrenta responsabilidad por: fallar en la prevención del genocidio, la comisión de un genocidio y fallar en castigar el genocidio cometido contra la población Palestina en la Franja de Gaza.
Entre las recomendaciones que plantea este informe, se insta a que todos los Estados Partes, empleen todas las medidas razonablemente disponibles para detener la comisión de genocidio en la Franja de Gaza; cesen la transferencia de armas y otros equipos u objetos a Israel y; faciliten las investigaciones y los procedimientos internos y adopten medidas (incluida la imposición de sanciones) contra Israel y contra las personas o empresas que participen o faciliten la comisión de genocidio o la incitación a cometerlo.
REFLEXIÓN FINAL
Para finalizar, resulta crucial poner sobre la mesa una reflexión en torno a cuál es la importancia de entender este componente étnico del Genocidio en Gaza para quienes luchan por la justicia racial a nivel mundial. En primer lugar, estamos frente a un hecho que nunca debió ocurrir: el exterminio deliberado de una población, ocurriendo ante los ojos de la población mundial, resulta en una manifestación de la crueldad de los hechos cometidos. En segundo lugar, ante los constantes intentos de legitimación injustificada del Genocidio sobre Gaza, aislamiento y silenciamiento, estar informados y difundir información al respecto, no es solo una responsabilidad individual, sino un acto de resistencia colectiva. En este ámbito, la producción de conocimiento situado y la lucha por la defensa de la vida, por encima de todo, se posicionan como imperativos ético-políticos a cumplir.
Esto, se conecta con un tercer punto. Como nos recuerda la feminista palestina Yara Hawari, la descolonización no es una idea abstracta, sino una práctica. Una práctica que nace y se construye desde la colectividad y la intención de generar transformaciones que pongan la vida en el centro. De igual forma, como advierte Grosfoguel (2006) para hacer frente a la persistencia de la colonialidad económica, política y cultural de los pueblos no europeos (que resiste al mito de una poscolonialidad), se reafirma la descolonialidad como horizonte necesario. En esta línea, al ser gestado desde la subalternidad, el pensamiento descolonial “fronterizo” o ”transfronterizo” se abre a otros puntos de vista, propuestas de hibridación, polisemia y pensamiento otro, que construyen la tarea descolonial. (Curiel, 2009)
Al cuestionar la presencia del patrón mundial de la colonialidad22 del poder que plantea Quijano (2000) que ha implicado una estructura de dominación y explotación que se extiende hasta hoy y que está atravesada, entre otras, por la raza, la clase y el régimen heterosexual, lo que sucede en Palestina no es (ni debe ser) ajeno a las luchas que se libran en nuestros territorios y que pretendemos defender.
Ante esto, responder al llamamiento mundial de “posar todos los ojos sobre Gaza” para detener el Genocidio, forma parte esencial del ejercicio descolonial, que permite reconocen que la lucha por la justicia étnico-racial, es la lucha por la liberación de los pueblos del mundo. Por lo cuál, el camino hacia un proyecto político de liberación implica que la apuesta política y vital no puede entenderse de manera aislada sino “imbricada” con muchas otras luchas múltiples y sujetos subalternos, en tanto los sistemas de dominación también lo están.
Asimismo, la evidente erosión de la confianza en el sistema multilateral, abre una brecha hacia la posibilidad de construir las bases democráticas de un sistema desde abajo, que respete, movilice y cumpla los parámetros generados por el Derecho Internacional hacia la protección de la población Palestina, y los pueblos del mundo.
La dignidad, los derechos y la existencia en paz de una población no deberían estar en discusión:
Sin la libertad de todos los pueblos, no habrá libertad.
Sin justicia para Palestina, Congo y Sudán, no habrá justicia étnico-racial.
- En 1516–1517, el Imperio Otomano derrotó a los mamelucos y anexó el territorio Palestino. Antes de la consolidación del Estado-nación moderno, Palestina se integraba en un entramado de estructuras estatales y locales: califatos (Rashidun, Omeya, Abasí, y el Fatimí en la región), sultanatos y emiratos, junto con redes tribales y centros urbanos. El islam actuó como marco político-religioso que vinculó esas entidades desde el siglo VII.
↩︎ - Comisión Real Palestina (“Comisión Peel”) – Informe del Reino Unido presentado por el secretario de Estado para las Colonias del Parlamento por el Comando de Su Majestad. https://www.un.org/unispal/document/auto-insert-196150/.
↩︎ - Dirigentes sionistas quienes negociaron y aceptaron la propuesta de la Comisión Peel, quienes estaban organizados políticamente bajo la ideología sionista, que no era compartida por todos los judíos de la época. Existían corrientes judías antisionistas, religiosas y políticas que se oponían o tenían reservas frente a la creación de un Estado nacional judío.
↩︎ - en la part 1, const y gobierno futuros de palestina, par. 3 H dice “los Estados independientes árabe y judío y el Régimen Internacional especial para la ciudad de Jerusalén, empezarán a existir en Palestina dos meses después de concluido el retiro de las fuerzas armadas. “ (https://www.un.org/unispal/es/data-collection/general-assembly/ , https://docs.un.org/es/A/RES/181(II)) ↩︎
- Derechos a la vida, integridad personal, salud, alimentación, agua y vivienda adecuada, entre otros.
↩︎ - Link de consulta: https://www.ochaopt.org/content/reported-impact-snapshot-gaza-strip-25-june-2025
↩︎ - Anotación con base en el estudio: este número corresponde únicamente a muertes por lesiones traumáticas, sin incluir fallecimientos por falta de atención médica, hambre o los miles de casos que se cree quedaron bajo los escombros.
↩︎ - https://www.who.int/news/item/22-08-2025-famine-confirmed-for-first-time-in-gaza
https://www.ipcinfo.org/fileadmin/user_upload/ipcinfo/docs/IPC_Famine_Review_Committee_Report_Gaza_Aug2025.pdf
↩︎ - Muertes, lesiones, desplazamientos masivos y colapso de condiciones de vida.
↩︎ - https://docs.un.org/es/S/2003/529
↩︎ - Ibíd. Esta resolución fue apoyada por 149 países, mientras que 12 votaron en contra, entre ellos Estados Unidos e Israel.
↩︎ - Ibíd. & dirigiéndose al Consejo de Seguridad una semana antes del incidente de la calle al Rashid, el secretario general de la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras, Christopher Lockyear, habló de una situación en la que “las leyes y los principios de los que dependemos colectivamente para hacer posible la ayuda humanitaria se han erosionado hasta el punto de carecer de sentido… la respuesta humanitaria en Gaza es hoy una ilusión”.https://www.bbc.com/mundo/articles/c724676z551o) ↩︎
- Application of the Convention on the Prevention and Punishment of the Crime of Genocide (Croatia v. Serbia), fallo, I.C.J. https://www.icj-cij.org/case/118
↩︎ - Expresión utilizada en el Informe de la Relatora de la ONU, citada de Fayez Sayegh, Zionist Colonialism in Palestine (1965)
↩︎ - Esto se explica entendiendo conceptos como la “zona del ser” versus la “zona del no-ser” en la que viven los pueblos oprimidos. (Fanon)
↩︎ - (Asociación de Abogados Árabe-Canadienses, “Racismo antipalestino: Denuncias, encuadre y manifestaciones”, abril de 2022, pág. 4.)
↩︎ - https://docs.un.org/es/A/79/384
↩︎ - (Slyomovics, 2017)
↩︎ - Legal Consequences of the Construction of a Wall in the Occupied Palestinian Territory , opinión consultiva de 9 de julio de 2004, I.C.J. Reports 2004, pág. 136, párr. 139.(https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/201527/CONICET_Digital_Nro.86e3a26c-7585-4695-a5c6-3e747b279e32_B.pdf?sequence=2&isAllowed=y)
↩︎ - https://docs.un.org/es/A/HRC/21/53 Maria Yellow Horse Brave Heart et al., “Historical trauma among indigenous peoples of the Americas: concepts, research, and clinical considerations ”.
↩︎ - Si bien, el análisis de este documento parte desde el 7 de octubre de 2023, se menciona que, el específico intento de destruir a la población Palestina como grupo se ha extendido al resto de el Territorio Ocupado Palestino, incluyendo Jerusalén Este.
↩︎ - Así como ( en respuesta a la tarea descolonial ) al sujeto único, al eurocentrismo, al occidentalismo.
↩︎