Una columna escrita por: Audrey Mena, subdirectora general de ILEX Acción Jurídica

Chocó hoy está de luto y sabemos que esta tragedia no es un simple  accidente, que el departamento haya sido declarado en calamidad pública obedece a una clara negligencia y racismo estructural del Estado. La vía que une Quibdó con Medellín, a pesar de su importancia geográfica y social, ha sido dejada a la sombra, olvidada por las promesas de desarrollo que deberían acompañar cualquier arteria vital de la nación. En el mapa, la distancia entre Medellín y Quibdó se presenta como una simple línea de 215 kilómetros, una cifra que debería sugerir cercanía y accesibilidad. Sin embargo, detrás de esta aparente proximidad se esconde una realidad desafiante que revela las profundas desigualdades y ausencia de Estado que presenta la infraestructura vial de nuestro país.

Sorprendentemente, de esos 215 kilómetros, aproximadamente 90 km de estos no están pavimentados, convirtiendo un trayecto que debería ser ágil y eficiente en una odisea que consume tiempo y recursos.  No se trata de un tema nuevo, desde agosto de 2016 y a causa de un paro cívico nacional el gobierno se comprometió a dejar financiadas la pavimentación de las vías Quibdó-Medellín y Quibdó- Pereira. Un año más tarde se realizó un nuevo paro cívico reiterando las mismas peticiones, la muerte de más de 33 personas que podrían ser más con el paso de las horas son evidencia del incumplimiento.

No se trata de un tema nuevo, desde agosto de 2016 y a causa de un paro cívico nacional el gobierno se comprometió a dejar financiadas la pavimentación de las vías Quibdó-Medellín y Quibdó- Pereira.

No obstante, no es solo una cuestión de baches y falta de cemento, es la negligencia deliberada que priva a comunidades y población, en su mayoría afrodescendiente de oportunidades y acceso igualitario a los recursos. Mientras otras rutas son modernizadas y priorizadas, la de Quibdó-Medellín se mantiene en un estado crítico, reforzando el hecho de que ciertas vidas y regiones no son dignas de inversión.  Caminar por esta carretera es desentrañar una historia de decisiones gubernamentales que nos han relegado a una posición de desventaja. La falta de pavimentación, la carencia de señalización adecuada y la ausencia de servicios básicos son más que simple negligencia; son manifestaciones tangibles de un racismo estructural que persiste en ignorar las necesidades  de las personas afrodescendientes e indígenas del Chocó.

En este punto, cabe decir que el departamento del Chocó comprende el 82% de la población afrodescendiente del país y existen 50 consejos comunitarios referentes a la Región Pacífica, de la misma manera que aproximadamente se encuentran 12 comunidades indígenas.  Por lo anterior, no puede separarse  el accidente ocurrido el día de ayer en la carretera Quibdó-Medellín es  del racismo estructural y del abandono estatal que han tejido un manto de disparidad sobre esta población y comunidades. Los accidentes, lejos de ser meras fatalidades, son el resultado de un sistema que antepone ciertas vidas y desatiende otras.  

En el juego de las prioridades, la vía Quibdó-Medellín ha quedado rezagada, una elección que no puede desvincularse de la herencia de discriminación racial que persiste en la Colombia contemporánea. Esta carretera, más que un simple tramo de asfalto, se convierte en un reflejo tangible de cómo el racismo estructural permea incluso las infraestructuras fundamentales de nuestro país.La discriminación estructural y sistemática se manifiesta de manera flagrante en la falta de inversión en medidas de seguridad vial y en la ausencia de mantenimiento adecuado de la carretera. Mientras las comunidades afrodescendientes luchan por acceder a servicios médicos de calidad y a educación, la vía que debería ser su puente hacia oportunidades se transforma en un peligro constante. 

No puede separarse  el accidente ocurrido el día de ayer en la carretera Quibdó-Medellín es  del racismo estructural y del abandono estatal que han tejido un manto de disparidad sobre esta población y comunidades.

Las estadísticas son implacables, cada  vez hay una tragedia peor. La cantidad de noticias y víctimas que ha cobrado la mal llamada “Trocha de la muerte”, ha significado para las comunidades afrodescendientes que habitan en las regiones a lo largo de esta carretera, enfrentarse a condiciones desfavorables, desde la falta de infraestructuras básicas hasta el acceso limitado a servicios de emergencia. El estado de la carretera misma, marcado por la negligencia, se convierte en un símbolo tangible de las injusticias  raciales y la misma incapacidad de reconocer que aún persisten estas dinámicas en Colombia.

El tiempo de viaje, que debería ser una cuestión de horas, se convierte en díasy los costos económicos y humanos se acumulan para aquellos que dependen de esta vía.  Esto, sin contar que para viajar a esta zona del país, los costosos tiquetes aéreos torna a una gran mayoría, que no cuenta con el recurso económico suficiente, en las víctimas escogidas de este tipo de tragedias. La discriminación no siempre se presenta en formas obvias; a veces, se manifiesta en la omisión estratégica y en la falta de compromiso con el bienestar de comunidades afrodescendientes.

Lo que ha pasado hoy, nos tiene que llevar a afirmar que  la vía Quibdó-Medellín se erige como un símbolo de una negligencia racista e histórica estatal y confirmar la necesidad apremiante de desmontar las estructuras que perpetúan la desigualdad racial. El pavimento roto, los deslizamientos, no son sólo un obstáculo físico, es un recordatorio de la deuda histórica que el Estado tiene con estas comunidades. Hasta que todas las vías en Colombia sean tratadas con igualdad, seguiremos conduciendo sobre el pavimento de la injusticia y la muerte.